
29 Jul Jamón de bellota ibérico: grasa, sí… ¡pero de la buena!
Durante décadas, la grasa ha sido considerada el enemigo número uno en muchas dietas, especialmente en lo relacionado con la salud cardiovascular. Sin embargo, la ciencia y la nutrición actuales han dejado claro que no todas las grasas son iguales. De hecho, algunas —como la del jamón de bellota ibérico— pueden aportar beneficios nutricionales reales cuando se consumen de forma moderada. Hoy te contamos por qué esta grasa es «grasa de la buena», qué la hace especial y cómo puede encajar en una alimentación equilibrada.
¿Qué hace diferente a la grasa del jamón de bellota ibérico?
La diferencia comienza desde el origen: la alimentación del cerdo ibérico durante la montanera (última fase de cría en libertad en la dehesa), donde el animal se alimenta casi exclusivamente de bellotas, hierbas y otros recursos naturales. Esta dieta rica en grasas insaturadas, combinada con el ejercicio que realiza el animal en libertad, transforma su grasa en un producto con un perfil lipídico muy particular, destacando por su alto contenido en ácido oleico, un tipo de grasa monoinsaturada también presente en el aceite de oliva virgen extra.
Además, la genética del cerdo ibérico favorece una mayor infiltración de grasa entre las fibras musculares, lo que no solo da lugar a una textura jugosa y un sabor inconfundible, sino también a un producto con interesantes propiedades nutricionales.
El equilibrio natural
La grasa del jamón de bellota ibérico destaca por:
- Hasta un 55 % de ácido oleico, un ácido graso monoinsaturado vinculado a la protección cardiovascular.
- Un buen equilibrio entre grasas monoinsaturadas y saturadas, muy superior al de otros productos cárnicos.
- Presencia de antioxidantes naturales derivados de la bellota.
- Un perfil graso similar al del aceite de oliva virgen extra, avalado por numerosos estudios.
Grasa saludable con beneficios reales
Cuando se consume con moderación, esta grasa puede formar parte de una dieta equilibrada. El ácido oleico, principal componente de la grasa del jamón de bellota ibérico, se ha relacionado con:
- Reducción del colesterol LDL (el llamado “colesterol malo”).
- Aumento del colesterol HDL (“colesterol bueno”).
- Mejor funcionamiento del sistema cardiovascular.
- Mayor saciedad, lo que puede ayudar al control del apetito.
- Contribución al sistema nervioso y al desarrollo cerebral.
Y lo más importante: no requiere aditivos artificiales ni procesos industriales para ofrecer estos beneficios.
¿Qué pasa con el jamón ibérico de cebo?
Aunque su perfil lipídico no es exactamente igual al de bellota, el jamón ibérico de cebo, alimentado con piensos naturales como cereales y leguminosas, también contiene una proporción relevante de ácido oleico gracias a la genética del cerdo ibérico.
Cuando este producto se elabora de forma artesanal y se cura lentamente, conserva muchas de sus cualidades nutricionales y organolépticas, convirtiéndose en una opción interesante dentro de una alimentación consciente, siempre que se elijan piezas de calidad y se consuma con sentido común.
¿Y los mitos sobre la grasa?
Es frecuente escuchar que toda la grasa animal es perjudicial o que los embutidos son siempre ultraprocesados. Pero esta es una generalización poco ajustada a la realidad. La grasa del jamón ibérico de bellota no tiene nada que ver con grasas trans ni con productos procesados que sí pueden comprometer la salud.
Eso sí, no todos los jamones ibéricos son iguales. Para beneficiarte de estas propiedades, es fundamental que el producto sea:
- Debidamente certificado.
- Elaborado con curación natural, sin calor ni aditivos innecesarios.
Proveniente de cerdos ibéricos.
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